La transformación silenciosa de la Belleza
A cada hombre se le consigna la tarea de ser artista de su propia vida y hacer de ella una obra maestra. Un encargo de especial responsabilidad para los padres, madres y profesores, a quienes, además de nuestra propia vida, se nos encomienda la de nuestros hijos o alumnos. Para que, tal y como hizo Miguel Ángel, quitar lo sobrante del bloque de mármol y descubrir la mejor versión de la escultura que hay en cada uno de nosotros.
Para muchos el panorama de la educación en España puede ser desolador, sin duda en los últimos años las cosas no han ido a mejor, pero es profundamente alentador y reconfortante encontrar un oasis en el que la colaboración del colegio, los padres y las profesoras, implicados y aplicados en desarrollar una buena educación, consiguen revertir esa tendencia. Este ha sido nuestro caso con Orvalle. De ahí nuestra profunda satisfacción como padres al saber que hemos acertado eligiendo este colegio para nuestros “pequeños bloques de mármol”.
Y digo una buena educación porque Orvalle rezuma una Belleza en mayúsculas que procede del gusto por lo bueno. Una corriente que interpela a padres y alumnos de tal forma, que te apetece elegir esa manera de ser y por lo tanto de hacer. Una fuerza absorbente en la que redescubres que todo tiene una versión mejor. Visible en el hablar, proceder, decidir… de todos los agentes -profesoras, directoras, alumnas, madres…- que conforman esta gran comunidad educativa en Las Rozas. Por primera vez un gran viento a favor en la laboriosa función de pulir el mármol.
Una Belleza transformadora y silenciosa que todo lo impregna. A lo largo de éste, nuestro primer curso en el Colegio, cada vez que me encontraba ante “otro detalle bien hecho”, he pensado si en Orvalle son capaces de calcular o siquiera imaginar la repercusión en la sociedad de esta fuente transformacional extendida a lo largo de 40 años. Se trata de una influencia que trasciende el número de alumnas o de familias relacionadas con el Colegio, porque se multiplica de manera exponencial por cada una de las personas con las que han tenido contacto esas alumnas, esas familias, esas profesoras; una cantidad incalculable de vidas que van mostrando con la claridad de las obras que “la Belleza salvará el mundo”.
La Belleza de ser la mejor persona que se puede lograr ser, la mejor alumna, hermana, amiga, empresaria, ama de casa, esposa…Una excelencia que abarca todos los aspectos de la vida y que se vive con la naturalidad con la que atraen las cosas Buenas.
Y no es una cuestión de números. Como a todas las familias nuevas al incorporarte al Colegio te presentan pormenorizadamente los programas, los proyectos educativos, los resultados, las competencias que van a desarrollar, las mejores metodologías para lograrlo, las garantías etc. Pero no debemos mentir, los padres confiamos al Colegio nuestro mayor tesoro y nos gusta ver “el movimiento andando”, esos grandes titulares hay que ponerlos por obra a lo largo de todo un curso y cumplir con las promesas establecidas. Es entonces cuando cada historia, cada experiencia, cada maestra, cada alumna, habla por la excelencia de su colegio. También por primera vez, hemos experimentado realmente la armonía del desarrollo personal y académico de la que tantos colegios hablan, por fin, un modelo de aprehensión a lo Bueno y Bello funcionando a pleno pulmón.
Porque fuera de promesas y titulares, el colegio debe ser referente primero de esa educación lograda. Es necesario percibir en la acción del día a día esa autoridad moral que nace de las “marcas con solera”. Debe ser el ejemplo de acción virtuosa. Sólo desde ese punto de partida se puede llegar al alumno, a las familias, a los desconocidos que se acercan por primera vez… de forma verdadera. Sólo cabe educar a través de la educación encarnada.
Y me ha parecido profundamente importante haberme encontrado con este criterio de actuación del Colegio en el que cuidar al alumno es, primeramente, cuidar el seno familiar, verdadero formador protagonista, proponiéndoles para ello innumerables experiencias ético-estéticas fundamentales para la buena consecución del fin último formador del escolar que hay detrás.
Por todo ello, gracias por este primer curso en el que habéis puesto lo Bello al alcance de todos y de todo.
Isabel Muñoz, madre de Infantil en el Colegio Orvalle
Junio 2018