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Los cuentos: historias extraordinarias para familias extraordinarias

Cualquiera que tenga la responsabilidad de ofrecer un discurso, sabe que los portavoces se entrenan, practican, ensayan una y otra vez. Uno de los factores determinantes para el éxito de la alocución es saber adaptar el discurso a la audiencia y, mientras se realiza, medir la reacción del público y saber reconducir el mensaje para cumplir con los objetivos.

Pero qué pasa cuando los espectadores son nuestros propios hijos, el discurso es un cuento y el mensaje se convierte en moraleja. ¿Adaptamos las formas de comunicar? ¿Tomamos en cuenta su interés y atención a medida que hacemos el relato? ¿Le dedicamos tiempo o vamos a lo inmediato?

El exceso de confianza, la “garantía” del amor recíproco y las prisas, junto a muchos otros factores, hacen que muchas veces nos olvidemos de la importancia de cuidar, especialmente, esos momentos narrativos con nuestro público más importante y cedamos el micrófono a la televisión, las tablets o los móviles. Cuando el padre o la madre narran o leen cuentos a los niños, surgen oportunidades muy valiosas de crecimiento para los pequeños y de unión en el vínculo filial.

Desde que nuestros hijos nacen, van creciendo acompañados de la narrativa. Primero entre nanas y rimas, más adelante con historias muy breves. Seguidamente con la repetición insaciable de algún cuento favorito y así continúan evolucionando en su fascinación por el mundo de la imaginación y de la literatura en un escenario de conexión especial y exclusiva con sus intérpretes predilectos: los padres. Es por ello que en muchas ocasiones, ante nuestro popular “colorín colorado”, nuestro público nos pide a gritos: “¡Otro! ¡Otro!”.

Los cuentos: historias extraordinarias para familias extraordinarias

Los padres nos debemos asombrar con las historias, creérnoslas, sólo así se volverán extraordinarias para nuestros niños. Debemos evitar caer en la tentación de los cuentos “exprés”. Sí, esas pequeñas dosis que calman nuestra consciencia con el check del deber cumplido, pero que poco sacian la fascinación de los niños. Me refiero a recursos como: “cuentos de dos minutos”, “historias breves”, “365 relatos de 60 segundos”, “fábulas para contar a tu hijo mientras le duchas” y un sinfín de parches a los que muchas veces recurrimos para sobrevivir a nuestro vertiginoso ritmo de vida.

¿A partir de qué edad se les puede contar o leer historias?

La lectura de un cuento o la narrativa de una historia original pueden empezar a cualquier edad, mientras más pequeños, mejor. Siempre habrá que adaptar las formas de interpretación –onomatopeyas, gesticulación, entonación-.

Los libros para los más pequeños apelan más a la manipulación que a la escucha, mediante texturas, solapas, contrastes de colores y grandes ilustraciones. Se estima que hasta los dos años de vida, los niños no  son capaces de comprender el relato, sin embargo, se van habituando a la escucha atenta y a la lectura.

Entre los dos y cuatro años los cuentos deben tener pocos personajes, con guiones simples y argumentos sencillos, cargados de onomatopeyas. A los cuatro o cinco años debe aumentar gradualmente la complejidad de los argumentos y apelar a historias más fantasiosas, con personajes extraordinarios, exageraciones, objetos que cobren vida, animales que hablen, emociones negativas versus positivas (buenos y villanos), etc. Entre los cinco y siete años las historias ya deben tener una moraleja y, a partir de esta edad, les fascinan las aventuras y los cuentos que generen expectativas.

A continuación comparto con vosotros algunas páginas con sugerencias de libros según la edad de los niños:

Troa Librerías

Club Peques Lectores

Los 25 mejores libros clasificados por edades

Diez recomendaciones de libros para niños para acertar seguro

Los 17 mejores cuentos en inglés para niños

Selección de libros en inglés para niños de Primaria

Claudia Rivera Tollinche,

Profesora del Colegio Orvalle

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