Parte IX · Crónicas del Campo de Trabajo de 2º BACH en Lituania
"Después de estos días volvemos la mirada atrás para recordar cómo aparecimos en una sala repleta de residentes con miradas perdidas y necesitadas de cariño. Observando el panorama y un poco bloqueadas comenzamos nuestra misión de alegrarles un poquito el día; lo que se convirtió en nuestro objetivo.
Comenzamos con largos paseos mañaneros. Este se convirtió en el momento de interactuar con ellos y de conocerlos un poquito más. A pesar de nuestras diferencias culturales se sintieron acogidos por sus nuevas amigas españolas. Les encanta la música, a veces hasta Antanas se emociona al vernos bailar sevillanas. Víctor no se separa de Macarena Escobar, así como Arunas de Pilar Torre De Silva con su habitual repertorio de “toma tomate tómalo...”. Orinta está encantada con Carmen Pasillas, aunque sabemos que el amor es mutuo. Después de muchos “kocs tavo vardas?” (¿Cómo te llamas?) hemos conseguido entender el nombre de Kazimiera, una mujer que llora de ilusión por un beso, que nos ha conquistado especialmente a nosotras. Paddie se ha convertido en el osito de peluche de María Sangrador. También contamos con amigos como Little Boy o Paolus que se apuntan a un bombardeo. Marta Herranz y Carlota Posada, en su salsa, animan el rato de baile diario.
A pesar de nuestros esfuerzos de aprender expresiones como “kaip tau sekasi?” (¿Cómo estás?) o “Ddžiaugiuosi dave matydamas!” (¡Qué alegría verte!) nos hemos dado cuenta de que “una sonrisa vale más que mil palabras”. Realmente han sido muchas las cosas que hemos aprendido durante nuestra estancia en Lituania, pero sin duda alguna nos quedamos con que los pequeños gestos hacen de la residencia un hogar. Es impresionante cómo se cuidan entre ellos. Albertas no puede caminar sin apoyo. Gintas sufre una parálisis que le impide moverse. Su silla de ruedas es el apoyo que Albertas necesita para trasladarse de un lugar a otro.
Por su parte, Orinta es una mujer dinámica y divertida pero con mucho carácter. Robertas se define por contraste. Entre ellos se complementan y mientras que ella le ayuda a él en sus crisis epilépticas, él sabe tranquilizarla en sus rabietas.
Uno de los momentos más entrañables de la jornada llega siempre sobre las 11:30, justo antes de comer. Pasamos cuarto por cuarto lavando las manos de nuestros campeones más delicados. Es increíble la magnitud de su agradecimiento con respecto a la sencillez del gesto. Y es que nos llama la atención cómo les cambia la expresión. Un beso sonoro consigue cambiar un rostro tan serio en una sonrisa profundamente agradecida. Sin duda es con los que nos quedamos de nuestro voluntariado en Padvariu.
Notamos cómo han pasado los días y el cariño y afecto han ido creciendo. Nos emociona ver cómo vienen corriendo hacia el autobús a nuestra llegada; cómo se han aprendido ya nuestros nombres ; o incluso los dibujos que nos regalan.
Si algo tenemos que decir es “Labai ačiū” (muchas gracias)."
Almudena Llorente, Francesca Cirenei y Pati Iniesta